jueves, 31 de mayo de 2007

El periodismo y el “analfabetismo científico”

Un investigador español destaca la necesidad de “más y mejor” periodismo científico. La sociedad requiere "más y mejor" periodismo científico que sepa trasladar al público la importancia de la ciencia y la tecnología, según el investigador español Manuel Calvo Hernando, autor del nuevo libro "La ciencia como material informativo".
Calvo Hernando, que ha sido presidente de las asociaciones Española e Iberoamericana de Periodismo Científico, expresó en un conversación con la agencia de noticias Efe en Madrid, que divulgó este cable el 22 de mayo, su convencimiento de que la comunicación científica es una "necesidad cultural, social, política y educativa". "Hay que saber extender el conocimiento, interesar al público ajeno a la ciencia, y, para ello, nada mejor que los medios de comunicación", aseguró el periodista. A tenor de la gran importancia que tienen la ciencia y la tecnología en la sociedad, el público "debe poder acceder a ellas y compartirlas con las franjas sociales menos equipadas intelectual y
económicamente", indicó Calvo Hernando, que se dedica a la divulgación
científica desde hace medio siglo. A juicio de este periodista científico -que próximamente recibirá un homenaje del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por su labor-, la divulgación científica y la educación en ese campo son, no sólo los retos actuales de la sociedad, sino "necesarias para la democracia". En "La ciencia como material informativo" Calvo Hernando desmenuza cuáles son los problemas de la divulgación científica y describe las particularidades de la información relativa a varias disciplinas: la filosofía, las
matemáticas, la física, la biología y la cosmología, y los problemas que se plantean a la hora de divulgarlas. El autor entiende que el "analfabetismo científico" puede ser "un peligro por la sociedad", dedica un espacio a los retos y problemas de la comunicación científica y aconseja "profesionalizar" y "especializar" el periodismo científico. El libro de Calvo Hernando ha sido editado por el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).

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miércoles, 30 de mayo de 2007

"Adaptarse o morir: las salas de redacción en la cuerda floja"

Tal el título de una de las ponencias que alimentarán el debate sobre la fusión de la redacción papel con la digital en la reunión de junio de la Asociación Mundial de Periódicos, según cuenta el periodista Miguel Wiñazki en esta nota publicada en el diario porteño Clarín. Podés opinar sobre este proceso de fusión en este blog.

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En el dinámico campo de la confección de diarios hay ahora dos culturas: la de los periodistas que escriben para que sus notas se impriman en papel, y la de los que lo hacen en los medios digitales. La apabullante mutación de las tecnologías y la digitalización creciente dispararon el debate que recién comienza. ¿Cómo generar una convergencia entre dos maneras de producir noticias que obedecen a rutinas, a ritmos y a liturgias diferentes?
Será el tema central de la inminente reunión de la WAN, la Asociación Mundial de Periódicos, que tendrá lugar en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, desde el 3 hasta el 6 de junio.
Mike van Niekerk, editor general de Fairfax, un poderoso conglomerado de medios australiano, ya anticipó las líneas centrales de su ponencia. Aconseja integrar las redacciones digitales con las del papel. Está en favor de aunar en un solo ámbito a la gente que hace la versión virtual de un diario y a la que hace la versión impresa. En rigor, la fusión es ya un paradigma de la industria comunicacional. Está en marcha en todo el mundo. El título de la ponencia de Van Niekerk parece apocalíptico: "Adaptarse o morir: las salas de redacción en la cuerda floja", pero el subtítulo es muy explícito, "Es una revolución, pero hay que encararla como una evolución".
De acuerdo con los datos que tienen en sus carpetas de trabajo todos los gerentes de las compañías periodísticas, Internet aporta, en términos globales, sólo un promedio del 5,6% de los ingresos publicitarios totales de las grandes empresas multimediáticas.
El resto se distribuye entre el dinero que genera la televisión, la radio y las revistas impresas.
De manera que Internet es ya una plataforma esencial para la difusión noticiosa, pero aún es económicamente dependiente de lo que se genera desde el papel. Como dijo Helen Boaden, jefe de Noticias de la BBC: "El desafío para los medios es cómo hacer dinero en éste nuevo mundo."
El nuevo mundo es digital, y también impreso. Una dimensión no excluye a la otra.
Esa es la idea de Robert Kuttner, un analista mediático y consultor permanente de la Universidad de Columbia. de New York. Kuttner utiliza el concepto de "híbridos" para calificar a los nuevos medios. Son "a la vez" digitales y materiales, y sus periodistas serán cada vez más aptos para editar sus artículos en la Red y también en el papel.
Las proyecciones elaboradas desde ahora y hacia el 2010 por la consultora Internacional Pxc Global Entertainment and Media continúan en la misma dirección.
De acuerdo con investigaciones que maneja la Asociación Mundial de Diarios, las audiencias son las que ya están integradas. Los diarios son leídos por más personas desde que tienen sus versiones en Internet. Sumando los lectores que compran el diario en papel y los que sólo lo leen en Internet, hay, según los países, entre un 2% y un 15% más de personas que leen los diarios cada día. Si se tiene en cuenta que cada mañana hay 1.400 millones de personas en el mundo que leen un diario impreso, y que el 80% de ellos tienen versiones digitales, el incremento del lectorado global es exponencial.

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martes, 29 de mayo de 2007

Gabriel García Márquez periodista

¿Cuáles fueron los puntos de contacto entre la profesión de periodista y la actividad de narrador de Gabriel García Márquez? Las respuestas, en esta nota de Diego Erlan, publicada en la revista "Ñ", del diario porteño "Clarín". Si querés profundizar en el tema, sugiero la lectura y análisis de los textos costeños, que recopila los primeros artículos periodísticos de García Márquez, y su autobiografía “Vivir para contarla”. Y si querés polemizar, hay varios temas que salen de esta nota. Uno de ellos: En la formación de un periodista, ¿cuál es el lugar que tienen hoy los debates y las prácticas, donde jóvenes periodistas practican con supuestos de realidad y discuten la carpintería del oficio con veteranos del periodismo? Podés opinar libremente en http://kau-media.blogspot.com/.

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Escribía en un rincón apartado en la sala de redacción de El Heraldo de Barranquilla, envuelto en una humareda de cigarros. Así describe Gabriel García Márquez sus días (y amaneceres) como joven reportero colombiano. Existe el riesgo de pretender descubrir el genio de García Márquez o, al menos, la semilla del escritor en el que se convertiría en las páginas de su voluminosa obra periodística. Hay un inconveniente: él se inicia en el periodismo unos ocho meses después de publicar su primer relato de ficción ("La tercera resignación"), impulsado por la columna "La ciudad y el mundo" que escribía Eduardo Zalamea Borda en El Espectador, en la que se incentivaba a jóvenes escritores a enviar sus poemas y cuentos para

"una adecuada y digna publicación". Es decir que madura como periodista y escritor de forma paralela.

Pero hagamos historia. En abril de 1948, mientras García Márquez cursaba segundo año de Derecho en la Universidad Nacional, se produjo el asesinato del líder liberal y populista Jorge Eliécer Gaitán. Esta muerte desató el "Bogotazo", una insurrección violenta y desordenada de las masas populares. Hubo saqueos, incendios, muertos y cierre de las universidades.

Interesado en continuar con sus estudios, García Márquez viaja por la Costa Atlántica hasta asentarse en Cartagena.

Allí conoce la sala de redacción de El Universal y a su jefe de redacción, Clemente Manuel Zabala, quien se convertiría, años más tarde, en el principal artífice de su formación periodística. En 1996, en la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa de Los Ángeles, García Márquez recordaba aquella época:

"A las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección".

Búsqueda de estilo

Al igual que Theodore Dreiser, Ernest Hemingway o John Dos Passos, el periodismo se reveló para García Márquez como un territorio de experimentación estilística. En las columnas de La Jirafa, que publicó con el nombre de Septimus en El Heraldo de Barranquilla desde 1950, muchas veces se trataba de llenar un espacio, de decir cosas a propósito de poco o nada. Según el académico Jacques Gilard, "todo venía a ser cuestión de estilo: de manera de decir las cosas, y también de manera de planteadas". Era hablar sobre el sombrero del Duque de Windsor, de por qué no correspondía escribir los domingos o sobre el amor, que para una lectora no era más que una afección hepática. Fueron largos experimentos formales y conceptuales que le permitieron perfeccionar la captación de la realidad en el reportaje y más tarde en la novela.

García Márquez dice: "En mis notas de La Jirafa me mostraba muy sensible a la cultura popular, al contrario de mis cuentos que más bien parecían acertijos kafkianos escritos por alguien que no sabía en qué país vivía." (Vivir para contada, Sudamericana, 2002). Eran comentarios sobre sucesos de origen regional, nacional o extranjero, también textos de creación literaria, semblanzas, cuadros captados instantáneamente en la realidad, notas sociales, reflexiones extravagantes que coqueteaban con los hechos y el color.

García Márquez reconoce su vocación de narrador, al igual que los cuenteros de los pueblos. "La realidad -dice-no es sólo lo que sucedió sino también y sobre todo, esa otra realidad que existe por el solo hecho de contarla."

Cuando en 1955 García Márquez viaja a Europa enviado por El Espectador, uno de los más importantes periódicos de Colombia, comienza una nueva etapa en su periodismo. Las nuevas condiciones de trabajo exigían un cambio de planteamientos y procedimientos. Descartada la posibilidad de enviar a sus jefes una primicia, el escritor enfoca sus crónicas en detalles marginales y secundarios, detalles humanos, y muchas veces se embarca en contar lo que le sucede a él, es decir la historia de la historia. Así son sus crónicas sobre Viena, las noches de Budapest o la descripción de la Unión Soviética en 1957: "22.400.000 kilómetros cuadrados sin un aviso de Coca-Cola." En estos textos puede encontrarse una gran "curiosidad por la vida", como la llama él, y también se observa el germen para todo buen reportaje: la entrevista. "Es el género maestro -explica-, porque en ella está la fuente de la cuál se nutren todos los demás."

Trabajos esenciales que ejemplifican estos procedimientos de trabajo son sus libros Relato de un náufrago (donde el escritor, a partir de veinte sesiones de seis horas diarias de entrevista, construye un reportaje novelado, a la vez documentalmente riguroso y literariamente seductor), La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile (1986), donde se cuenta la historia del director chileno que ingresó a su país para filmar un documental de denuncia contra la dictadura de Pinochet, y Noticia de un secuestro (1996), donde investiga el tema de los secuestros a cargo del narcotráfico colombiano.

Desde 1995, con la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), García Márquez intenta rescatar los elementos que aprendió en su larga trayectoria como periodista. El director ejecutivo de la FNPI, Jaime Abello Banfi, explicaba en 2005 que prefieren no abordar la enseñanza del periodismo desde los contenidos teóricos, sino desde los debates y las prácticas, donde jóvenes periodistas practican con supuestos de realidad y discuten la carpintería del oficio con veteranos del periodismo.

Aquello que se aprendió en las tertulias a las cinco de la tarde. "Toda formación -dice García Márquez- debe estar sustentada en tres pilares: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional sino que debe acompañar siempre al periodismo.

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lunes, 28 de mayo de 2007

La palabra contra los depredadores

En el último congreso del Pen Club, una agrupación internacional de escritores, el escritor israelí David Grossman leyó este texto, traducido por Mirta Rosenberg y
reproducido por el diario porteño La Nación. En él, habla del poder de la escritura para liberar a los autores y a la sociedad del congelamiento y la arbitrariedad que impiden entender el propio pensamiento. El artículo es muy largo, una seis páginas en tipografía tamaño 12. Aquí te transcribo unos párrafos y luego, la nota completa.

“Hoy en muchas partes del mundo hay millones de personas que enfrentan alguna clase de ‘situación’ en que la existencia personal, los valores, la libertad y la identidad están amenazados en alguna medida. Casi todos nosotros tenemos una ‘situación’ propia, una maldición propia. Todos y cada uno de nosotros sentimos -o podemos intuir- que nuestra particular ‘situación’ puede convertirse rápidamente en una trampa que nos despojará de nuestra libertad, del sentido de hogar que nos proporciona nuestro país, de nuestro lenguaje personal, de nuestro libre albedrío.

“Escribo y siento que el uso correcto y preciso de las palabras es a veces como la cura de una enfermedad. Una manera de purificar el aire que respiro de las opacas manipulaciones de los villanos lingüísticos. Escribo y siento que la ternura y la intimidad que me unen al lenguaje en todas sus capas, su erotismo y su sentido del humor y su alma, me devuelven la persona que yo solía ser antes de que mi yo fuera nacionalizado y confiscado por el conflicto, por gobiernos y ejércitos, por la desesperanza y la tragedia.

“en cierto sentido, en cuanto aferramos la lapicera o tecleamos en la computadora, dejamos de ser víctimas indefensas de aquello que nos ha sometido y humillado antes de que empezáramos a escribir, ya sea nuestra situación o nuestras angustias privadas, la ‘historia oficial’ de nuestro país o el destino mismo.”

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La palabra contra los depredadores.

Shalom y buenas noches.

"Para bien o para mal, las contingencias de la realidad tienen gran influencia sobre lo que escribimos", dice Natalia Ginzburg en su libro È difficile parlare di sé (Es difícil hablar de uno mismo) , en el que habla de su vida y de su escritura después de pasar por un desastre personal.

Es difícil hablar de uno mismo, y por eso antes de hablar acerca de mi experiencia de escritura actual, en este momento de mi vida, quiero decir algo acerca del impacto que un desastre, una situación traumática, tiene sobre toda una sociedad, sobre todo un pueblo. Y de inmediato recuerdo las palabras del ratón de "Una pequeña fábula", el cuento de Kafka. El ratón, que dice, mientras la trampa lo encierra y el gato lo acecha desde atrás: "Ay... el mundo se hace más estrecho cada día." Sin duda alguna, tras muchos años de vivir en una realidad violenta y extrema, plagada de conflictos políticos, militares y religiosos, puedo informarles, con tristeza, que el ratón de Kafka tenía razón: el mundo, por cierto, se hace cada vez más estrecho, cada vez más reducido con cada día que pasa.

Y también puedo hablarles del espacio vacío que crece lentamente, el espacio que se extiende entre la persona, el individuo y la situación externa, violenta y caótica en la que vive. La situación que determina su vida.Y ese espacio nunca permanece vacío. Se llena rápidamente... de apatía, cinismo y, más que nada, de desesperanza; la desesperanza que provoca situaciones distorsionadas y que les permite persistir, a veces incluso durante generaciones. Desesperanza respecto de la posibilidad de cambiar alguna vez el estado de cosas reinante, de poder redimirse de él. Y una desesperanza aún más profunda... la desesperación por las cosas que esta situación distorsionada saca a la luz, finalmente, en cada uno de nosotros.

Y siento el alto costo que yo y la gente que veo y que conozco pagamos por este persistente estado de guerra. La reducción del "área de superficie" del alma que entra en contacto con el mundo violento y amenazante. La limitación de la capacidad -y de la voluntad- de identificarnos, aunque sea un poco, con el dolor ajeno; la suspensión del juicio moral. La desesperanza que casi todos nosotros experimentamos respecto a la posibilidad de entender nuestros verdaderos pensamientos, en una situación que resulta tan aterradora y engañosa y compleja, tanto en el aspecto moral como en la práctica; y por lo tanto uno se convence de que estará mejor si no piensa y si elige no saber: tal vez estaré mejor si dejo la tarea de pensar y hacer y establecer las normas morales en manos de aquellos que, supuestamente, "saben más".

Y, más que nada, me sentiré mejor no sintiendo demasiado, al menos hasta que esto pase, y si no pasa, al menos habré aliviado de algún modo mi sufrimiento, habré desarrollado una insensibilidad útil, me habré protegido de la mejor manera con la ayuda de un poco de indiferencia, un poco de sublimación, un poco de ceguera deliberada y una gran dosis de autoanestesia. En otras palabras: a causa del perpetuo -y siempre demasiado auténtico- miedo de resultar herido o muerto, o de sufrir una pérdida insoportable o incluso una "mera" humillación, todos y cada uno de nosotros, los ciudadanos del conflicto, sus prisioneros, recortamos nuestra propia vivacidad, nuestro diapasón mental interno y cognitivo, envolviéndonos en capas protectoras que terminan por asfixiarnos.

El ratón de Kafka está en lo cierto; cuando el depredador nos acecha, el mundo se vuelve cada vez más estrecho. Y lo mismo ocurre con el lenguaje que lo describe. Por experiencia propia puedo afirmar que el lenguaje con que los ciudadanos que viven un conflicto sostenido describen su situación se vuelve más plano cuanto mayor es la duración del conflicto. El lenguaje se convierte gradualmente en una secuencia de clichés y consignas. Todo empieza con el lenguaje creado por las instituciones que dirigen el conflicto de manera directa -el ejército, la policía, los diferentes ministerios del gobierno-, rápidamente se filtra a los medios masivos que informan sobre el conflicto, dando nacimiento a un lenguaje aún más ingenioso que pretende ofrecer a su público una historia de digestión más sencilla; y todo este proceso desemboca en última instancia en el lenguaje privado, íntimo, de los ciudadanos del conflicto, aun cuando ellos lo rechacen.

En realidad, es un proceso absolutamente comprensible: después de todo, la riqueza natural del lenguaje humano y su capacidad de expresar los matices y los hilos más delicados de la existencia pueden resultar profundamente hirientes en esas circunstancias, porque nos recuerdan incesantemente esa pródiga realidad de la que nos han despojado, su verdadera complejidad, sus aspectos más sutiles. Y cuanto más irresoluble parece la situación, y cuanto más plano es el lenguaje empleado para describirla, tanto más se reduce el discurso público. Sólo quedan las banales y rígidas acusaciones mutuas entre los enemigos, o entre los adversarios políticos del mismo país. Sólo quedan los clichés que usamos para describir a nuestro enemigo y a nosotros mismos, esos clichés que son, en última instancia, una colección de supersticiones y de crudas generalizaciones en los que nos encerramos y encerramos a nuestros enemigos. El mundo, sin duda, se está haciendo cada vez más estrecho.

Mis pensamientos no aluden sólo al conflicto en Medio Oriente. Hoy en muchas partes del mundo hay millones de personas que enfrentan alguna clase de "situación" en que la existencia personal, los valores, la libertad y la identidad están amenazados en alguna medida. Casi todos nosotros tenemos una "situación" propia, una maldición propia. Todos y cada uno de nosotros sentimos -o podemos intuir- que nuestra particular "situación" puede convertirse rápidamente en una trampa que nos despojará de nuestra libertad, del sentido de hogar que nos proporciona nuestro país, de nuestro lenguaje personal, de nuestro libre albedrío.

En esta realidad escribimos nosotros, los escritores y poetas. En Israel y en Palestina, en Chechenia y en Sudán, en Nueva York y en el Congo. A veces, durante mi jornada de trabajo, después de escribir durante varias horas, alzo la cabeza y pienso... ahora mismo, en este mismo momento, otro escritor a quien no conozco, en Damasco o en Teherán, en Ruanda o en Dublin, está sentado exactamente como yo, practicando este oficio o arte peculiar, quijotesco, dentro de una realidad que contiene tanta violencia expulsiva, indiferencia y humillación. En eso encuentro un aliado distante, que ni siquiera me conoce, pero juntos tejemos esta telaraña intangible, que tiene sin embargo un poder tremendo, el poder de crear y cambiar el mundo, el poder de hacer hablar a los mudos y el poder de Tikkun , de corregir, en el sentido profudo que tiene en la Kabbala.

En cuanto a mí, durante los últimos años, en la ficción que escribí he dado casi intencionalmente la espalda a la feroz realidad inmediata de mi país, la realidad del último boletín de noticias. Escribí antes libros sobre esta realidad y también en los últimos años seguí escribiendo sobre ella, y nunca dejé de esforzarme por entenderla, en artículos y ensayos y entrevistas. Participé en docenas de protestas, en iniciativas internacionales de paz. Me reuní con mis vecinos -algunos de los cuales eran mis enemigos- en cada oportunidad en la que consideré que tenía oportunidad de diálogo. Y sin embargo, en los últimos años, por una decisión consciente y casi como protesta, no hice literatura sobre estas zonas de desastre.

Escribí sobre los feroces celos de un hombre hacia su esposa, sobre los niños sin techo de las calles de Jerusalén, sobre un hombre y una mujer que crean un lenguaje íntimo propio, casi hermético, dentro de una engañosa burbuja de amor. Escribí sobre la soledad de Sansón, el héroe bíblico, y sobre las intrincadas y frágiles relaciones entre las mujeres y sus madres y, en general, entre padres e hijos.

Hace unos cuatro años, cuando mi segundo hijo, Uri, estaba por ingresar en el ejército, ya no pude continuar en el camino que había elegido. Me inundó un sentimiento de urgencia y de alarma, que me llenaba de inquietud. Entonces empecé a escribir una novela que se ocupa directamente de la sombría realidad en la que vivo. Una novela que describe de qué manera la violencia externa y la crueldad de la realidad política y militar atraviesan el tierno y vulnerable tejido de una familia y acaban por desgarrarlo.

"En cuanto uno escribe -dice Ginzburg- milagrosamente empieza a ignorar las circunstancias de la propia vida, aunque la felicidad o la desdicha nos impulsen a escribir de cierta manera. Cuando somos felices, nuestra imaginación es la que predomina. Cuando somos desdichados, prima el poder de la memoria." Es difícil hablar de uno mismo, particularmente cuando se tocan estos temas. Sólo diré lo que puedo decir a esta altura y desde mi lugar.

Escribo. Desde la muerte de mi hijo Uri el verano pasado en la guerra entre Israel y el Líbano, la conciencia de lo que ocurrió está presente en cada momento de mi vida. El poder de la memoria es por cierto enorme y pesado, y a veces tiene una cualidad paralizante. No obstante, a veces el propio acto de escribir crea para mí un espacio, un marco de pensamiento que nunca antes experimenté, donde la muerte no es solamente la absoluta y unidimensional negación de la vida. Los escritores presentes en este auditorio lo saben: cuando escribimos, sentimos que el mundo está en movimiento, es flexible, rebosante de posibilidades. No es un mundo congelado. Siempre que se filtra lo humano... ya no hay congelamiento ni parálisis, no hay más status quo . Incluso aunque a veces creamos equivocadamente que hay status quo , incluso si algunos se esfuerzan por hacernos creer que lo hay. Cuando escribo, incluso ahora, el mundo no se cierra sobre mí ni se vuelve tan estrecho: da muestras de abrirse, de tener un futuro.

Escribo. Imagino. El acto de imaginar me revitaliza. No estoy congelado ni paralizado ante el depredador. Invento personajes. A veces siento que estoy desenterrando gente del hielo con que la realidad los ha amortajado, pero quizás es a mí mismo a quien estoy desenterrando. Escribo. Percibo la riqueza de posibilidades inherentes a cualquier situación humana. Percibo mi capacidad de elegir entre ellas. La dulzura de la libertad, que creía haber perdido. Me permito recurrir a la riqueza del verdadero lenguaje, íntimo y personal.

Escribo y siento que el uso correcto y preciso de las palabras es a veces como la cura de una enfermedad. Una manera de purificar el aire que respiro de las opacas manipulaciones de los villanos lingüísticos. Escribo y siento que la ternura y la intimidad que me unen al lenguaje en todas sus capas, su erotismo y su sentido del humor y su alma, me devuelven la persona que yo solía ser antes de que mi yo fuera nacionalizado y confiscado por el conflicto, por gobiernos y ejércitos, por la desesperanza y la tragedia.

Escribo. Me libero de una de las turbias cualidades distintivas del estado de guerra en el que vivo... la cualidad de ser un enemigo y sólo un enemigo. Hago lo posible por no escudarme, no cegarme ante la justicia que asiste al enemigo y su sufrimiento. Tampoco ante la tragedia y la tortuosidad de su propia vida. Sus errores y crímenes, la conciencia de lo que yo mismo le estoy haciendo. Tampoco ante las sorprendentes semejanzas que veo entre él y yo.

De repente ya no estoy condenado a esta dicotomía absoluta, falaz y asfixiante, a esta elección inhumana entre ser "víctima o agresor" sin tener una tercera alternativa más humana. Cuando escribo puedo ser un ser humano que fluye natural y vitalmente entre sus diferentes aspectos humanos, un ser humano con aspectos en los que se siente próximo al sufrimiento y a la justicia que asiste a sus enemigos, sin renunciar ni a una pizca de su propia identidad.

A veces, cuando escribo, puedo recordar lo que todos sentimos en Israel durante un momento en particular, cuando el avión del presidente egipcio Anwar Sadat aterrizó en Tel Aviv después de décadas de guerra entre las dos naciones: entonces, de pronto, descubrimos qué pesada era la carga que llevamos durante toda nuestras vidas... la carga de enemistad, miedo y sospecha. La carga de un estado de alerta permanente, la pesada carga de ser el enemigo en todo momento. Y qué placer fue sacarse por un momento la poderosa coraza de la sospecha, el odio y el estereotipo, un placer casi aterrador, erguirse desnudo, casi prístino y ver surgir un rostro humano de esa visión unidimensional con la que nos habíamos observado mutuamente durante años.

Escribo. Le doy a un mundo externo y extraño mis nombres más íntimos y privados. En cierto sentido, lo hago mío. En cierto sentido, dejo de sentirme exiliado y extraño para sentirme en casa. Con eso ya estoy haciendo un pequeño cambio en lo que antes me parecía inalterable. Además, cuando describo la hermética arbitrariedad que signa mi vida -la arbitrariedad humana, la arbitrariedad del destino-, de pronto descubro nuevos matices, sutilezas. Descubro que el solo hecho de escribir acerca de la arbitrariedad me permite cierta libertad de movimiento con respecto a ella. Que el solo hecho de enfrentarme con la arbitrariedad me concede libertad... tal vez la única libertad que un hombre pueda tener para defenderse de cualquier arbitrariedad: la libertad de expresar su tragedia con sus propias palabras.

Y también escribo sobre lo que no puede recuperarse. Y sobre lo inconsolable. Entonces, también, de una manera que aún me resulta inexplicable, las circunstancias de mi vida no se cierran sobre mí para paralizarme. Muchas veces, cada día, sentado ante mi mesa, toco el tema del dolor y de la pérdida como quien toca la electricidad con las manos desnudas, y sin embargo no muero. No entiendo cómo se produce este milagro. Tal vez cuando termine de escribir esta novela intente entenderlo. Todavía no. Es demasiado pronto.

Y escribo la vida de mi tierra, Israel. La tierra torturada, frenética, intoxicada por una sobredosis de historia, emociones excesivas que el ser humano no puede contener, excesivos extremos de logros y tragedias, ansiedad excesiva y sobriedad paralizante, memoria excesiva, esperanzas truncas, circunstancias de un destino único entre todas las naciones; una tierra cuya existencia parece a veces ser un relato de proporciones míticas, un relato "más grande que la vida" hasta el punto de desfasarse de la vida misma, una tierra cansada de la esperanza de tener alguna vez la vida normal de un país entre otros países, de ser una nación más entre otras naciones.

Nosotros, los escritores, pasamos a veces por momentos de desesperación y de automenosprecio. Nuestra tarea es esencialmente el trabajo de deconstruir la personalidad, de desarticular algunos de los más tortuosos mecanismos de defensa humanos. Voluntariamente, nos ocupamos de los más duros, feos y crudos materiales del alma. Nuestro trabajo nos obliga, una y otra vez, a reconocer nuestras limitaciones, como seres humanos y como artistas.

Y sin embargo, éste es el gran misterio, la gran alquimia de nuestras acciones: en cierto sentido, en cuanto aferramos la lapicera o tecleamos en la computadora, dejamos de ser víctimas indefensas de aquello que nos ha sometido y humillado antes de que empezáramos a escribir, ya sea nuestra situación o nuestras angustias privadas, la "historia oficial" de nuestro país o el destino mismo.

Escribimos. El mundo no se cierra sobre nosotros. Qué suerte tenemos. El mundo no se hace cada vez más estrecho.

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domingo, 27 de mayo de 2007

Taller de periodismo económico

En el marco del programa Encuentros de Periodismo CAF+FNPI, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y la Corporación Andina de Fomento (CAF) con el apoyo de Fundación Empresarial para la Acción Social (FUNDEMAS) convocan al Taller "El periodismo económico en las regiones", cobertura de temas económicos y de negocios a nivel local con Luis Miguel González, dirigido a editores y periodistas dedicados a la información económica. Se hará en Bogotá, Colombia. Lunes 25 al jueves 28 de junio de 2007

En la convocatoria se afirma que “el periodismo económico local ha sido rebasado por una realidad que nos reta desde su complejidad. Ante fenómenos muy dinámicos y de una gran diversidad oponemos, con frecuencia, una cobertura periodística estática y predecible. Se trata de hacer noticias, entrevistas, crónicas, reportajes y, además, ir más allá, orientar a los ciudadanos incentivando su participación informada. El desafío es explicar lo complejo y ensanchar las nociones de lo que debe ser considerado periodismo económico. Es más fácil decirlo que hacerlo: cambiar la forma en que interrogamos a la realidad y la manera en que la convertimos en materiales periodísticos. (…) Esta convocatoria responde a una de las principales preocupaciones que han manifestado los periodistas de temas económicos, es la posibilidad de convertir un paquete de datos, estadísticas y declaraciones institucionales, en un producto periodístico legible, entendible y aterrizado a la realidad de la gente. El taller reunirá a 16 periodistas de diferentes nacionalidades, que expondrán entre sí sus dudas y logros, conformando un foro de integración latinoamericano. Aspira a ser una especie de incubadora de proyectos de periodismo económico local, a través de una puesta en común de diferentes trabajos y del aprendizaje compartido de las mejores prácticas en materia de periodismo económico.

La convocatoria completa se encuentra en www.nuevoperiodismo.org

(fin)

martes, 8 de mayo de 2007

Noticias compartidas

El periodista Gastón Roitberg analiza en esta nota publicada por la revista dominical del diario porteño La Nación la relación entre tecnología y periodismo. Ahora, dice, “las noticias son compartidas. Se crean verdaderas redes sociales. La acción de reporteros ciudadanos y sus redes sociales de contenido permiten el intercambio de información en diferentes formatos (texto, video, fotografía, audio, etcétera). ¿Estamos ante una nueva forma de periodismo?. Nota difundida por el servicio Gacemail el 4 de mayo de 2007.

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Nos encontramos en medio de una revolución silenciosa que está modificando la forma de producir noticias y también de consumirlas. Los medios están alterando sus rutinas productivas por el impacto del llamado newsharing (news, noticias; sharing compartir), es decir, un fenómeno en el que nuevas plataformas disponibles en Internet permiten a los usuarios (y a los periodistas) intercambiar noticias y otros contenidos de manera tan sencilla como incontrolable, en un proceso que parece, por volumen e impacto, no tener límites.

Este cambio en el eje de control de los mecanismos de producción, circulación y consumo de información abre una brecha entre la sociedad on line y la off line, pero también entre los propios periodistas. Un surco que se hace cada vez más profundo y que obliga a la reflexión cotidiana sobre las prácticas, el trabajo con las fuentes y la relación con los lectores.

“El llamado periodismo participativo, o ciudadano, es el movimiento de miles de usuarios de Internet que tienen un rol activo en el proceso de recolección, producción, análisis y distribución de noticias e información”, escribieron en 2002 Shayne Bowman y Chris Willis, autores del profético We Media. How Audiences are Shaping the Future of News and Information (Nosotros, el medio. Cómo las audiencias están moldeando el futuro de las noticias y la información).

El cambio en el mecanismo productor de información y el uso del poder viral de Internet se incentiva desde las propias instituciones educativas. “Hay muchas escuelas –tanto primarias como secundarias– que han trabajado, por proyectos institucionales o por el impulso de algunos profesores, en proyectos de periodismo local o en redes de escuelas que se concentraron en el seguimiento de sucesos o fenómenos que afectan a las respectivas comunidades”, afirma Mariano Palamidessi, profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés y especialista en temas vinculados con la educación en la sociedad de la información. “Es un movimiento que creció mucho, sobre todo en las ciudades medianas y pequeñas del interior y en escuelas rurales que tienen acceso a Internet”, detalla.

En un contexto marcado por la multiplicación de lo que el magnate de los medios Rupert Murdoch llamó “nativos digitales” (los menores de 30 años que no conciben su existencia sin dispositivos tecnológicos que les permitan estudiar, relacionarse, comprar e informarse), quizá la mayor preocupación para los medios de comunicación sea tratar de desentrañar el poder efectivo de algunos espacios on line que compiten por atraer a sus otrora fieles lectores.

A saber, más de 70 millones de blogs; plataformas, como Topix o Digg, que ofrecen a sus lectores realizar las tareas antes reservadas a cronistas o editores profesionales: escribir artículos, jerarquizarlos, calificarlos y compartirlos; sitios de la llamada web 2.0 basados en el contenido generado por los usuarios (UGC, por sus siglas en inglés; ver recuadro), como YouTube, FlickR, MySpace o Bubbleshare; enciclopedias comunitarias, como la grandiosa Wikipedia, o el llamado “periodismo ciudadano” (citizen journalism) como el sitio coreano OhMyNews! (una de las más exitosas experiencias en la materia) y sus miles de cronistas amateurs en todo el mundo.

El lector-usuario-consumidor abandona, entonces, su rol pasivo y empieza a participar de un proceso creativo que antes le venía impuesto. Así, produce informaciones, fotografías, videos, películas, músicas, y entremezcla sus creaciones con las de otros activos participantes de la galaxia digital. Ya no va en busca de la información: es ésta la que va hacia él. Y si el contenido propuesto le interesa, quiere interactuar y tener capacidad de aplicarle su propio saber. Parece que para un voraz y joven “nativo digital” ya no basta con el texto escrito y la información unidireccional de la fuente matriz. Las barreras de ingreso en estas posibilidades que confluyen en Internet se esfumaron hace tiempo.

Ante este panorama, surgen numerosas preguntas: ¿qué está sucediendo con la profesión periodística? ¿Puede un blogger ser llamado periodista? ¿Cuál es el límite entre un artículo periodístico generado por un medio tradicional y la producción de un ciudadano común que, dotado de la tecnología apropiada, es capaz de generar una historia relevante, bien escrita y publicarla sin intermediación alguna?

“El impacto del newsharing es doble, porque además de las fuentes tradicionales (agencias, otros medios, oficinas de prensa) el periodista puede incorporar fuentes alternativas de información, y se incrementa la competencia”, asegura Iván Adaime, editor del sitio RollingStoneLA, periodista y docente. Y completa: “Aunque en la práctica hay más opinionsharing que newsharing, aparecen nuevas voces, por fuera de los medios tradicionales. Es positivo porque obliga a replantear la profesión y la desacraliza”.

Estos interrogantes se cuelan en lo más profundo del trabajo cotidiano. Es evidente que la tecnología está generando en el periodismo lo mismo que produjo en otras profesiones: borrar las barreras de entrada. Ya no se necesitaría de un medio tradicional para publicar, ni para ser masivo. Basta con una buena historia y un atractivo contenido multimedia.

Julia Zapata, directora de BBC Mundo, confía en su fórmula para diferenciarse de competidores no tradicionales: “Es necesario seguir siendo confiable, fidedigno e imparcial, pero también es imprescindible flexibilizarse y ofrecer algo que no dan los demás, que es la noticia en contexto, altos valores de producción y un nivel de respeto y de participación por el lector que muy pocos ofrecen”.

Entonces, ¿cómo hace el periodismo profesional para competir con este ejército de nuevos problemas? ¿Cuántos periodistas se imaginan a sí mismos con una cámara de fotos de bolsillo, listos para ser al mismo tiempo cronistas, redactores y editores de su propio contenido? ¿Quiénes se atreverían a abrir sus notas a la consideración directa y voraz, la corrección y el comentario de los lectores? El cambio parece irreversible, pero la respuesta, como siempre, parece estar del lado del lector, que es quien elige cómo, dónde y qué contenido es de su interés.

(fin)

lunes, 7 de mayo de 2007

Internet, entre Gran Hermano y el perfecto idiota

Luego de un abril y principio de mayo movido, con viajes a Sao Paulo, Santiago de Chile y Rio de Janeiro, retomo el Kau Media con un artículo del periodista Hernán Brienza, publicada en la Revista Acción número 977 primera quincena de mayo de 2007 y tomada desde la Agencia Nacional de Comunicación, que la reprodujo el 4 de mayo de 2007.

Internet, un debate global
Entre Gran Hermano y el perfecto idiota

Una buena metáfora de Internet es la que utilizó Umberto Eco cuando la comparó con Funes, el memorioso, el personaje de Jorge Luis Borges que recordaba absolutamente todo: todos los árboles, todas las palabras, todos los rostros, pero que era incapaz de conceptualizar. Es decir, para él, había un árbol y otro y otro, pero no podía aferrar el concepto universal de árbol. Eco dice de Funes que "debido a su memoria total, era un perfecto idiota". Con la red de redes podría pasar lo mismo. Es una inmensa telaraña de información donde, a priori, todos ingresaríamos en un proceso similar de idiotización, como Funes. Como Eco no es un apocalíptico (y nunca termina de convertirse en un integrado), rescata el uso de Internet en tanto logre permitir el proceso de culturalización que se da a través de la conversación, la conservación y la filtración de la memoria. Internet, claro, no es como Funes. Se parece más a la Matrix que a un "perfecto idiota". Porque detrás del simple doble clic que permite abrir un navegador hay un sistema de redes amorfo, con intersticios, con un gran caudal de libertad, pero también con fructíferos negocios, con ganadores y perdedores y con un Gran Hermano capaz de vigilar hasta los más mínimos detalles de todo lo que se escribe en un simple email.
Recientemente se presentó en el Centro Cultural de la Cooperación un documento elaborado por el Grupo Informática y Sociedad titulado “El impacto sociopolítico de Internet” que deja al descubierto algunas trampas de la red. En el encuentro, el titular del CCC, Juan Carlos Junio, planteó el problema con claridad: "El fenómeno de Internet siempre estuvo en disputa, siempre fue parte de la lucha por el poder. A lo largo de la historia, los sectores dominantes siempre se propusieron, y básicamente lo lograron desde su poder, el dominio de la cultura, de la ciencia, de la técnica; y los sectores populares, que buscan caminos superadores, ven desde un lugar de desigualdad manifiesta, desde una fuerte asimetría, que hay un problema de dominio, específicamente el poder económico, político y cultural, luchas y disputas en el plano de la cultura, de la ciencia y de la técnica, así como de los medios de comunicación, que son los elementos estructurales, troncales. Internet es parte de la lucha, porque el problema no son las nuevas tecnologías, sino quién las domina, y al servicio de qué intereses sociales, culturales y políticos están esos instrumentos".
Ricardo Presta, uno de los autores del documento, definió a Internet "como un campo sociocultural. Básicamente, concluimos que Internet es una red que conecta muchos con muchos, que no tiene orden jerárquico, que permite publicar información, acceder a ella y compartirla, que no tiene fronteras geográficas y, lo más importante, la información se puede propagar a una gran velocidad. Es un espacio social, de uso libre, participativo, transversal, sin limitaciones, es decir, una red cooperativa".

La brecha digital

Pero claro que no todo es una panacea tecno-libertaria. El mismo Presta asegura que "lo que es necesario estudiar es la infraestructura de las autopistas de información. Es decir, dónde están, quién las opera, qué pasa con los nombres en la red, los dominios, qué significa la virtualidad, dónde está el gobierno de Internet y, sobre todo, cuál es la brecha digital que se está formando". Resulta interesante resaltar que las autopistas más importantes se encuentran en Estados Unidos y en Europa y que Latinoamérica, por ejemplo, tiene algunas redes con características particulares: las redes de cableado de fibra óptica submarina están en manos de dos empresas que no son de la región y que son las que manejan la trasmisión de Internet por vía terrestre y por fibra óptica de toda Latinoamérica y el Caribe. Presta sostiene que "hay que tener cuidado con qué se cuela en esa red en forma directa o indirecta, porque justamente estas autopistas de la información tienen una especie de peaje, lo que genera una red para ricos y una para pobres, porque esas empresas cobran por el tráfico de la información".
Ese peaje es muy paradigmático, también, de cómo se maneja la economía de la región. Según los datos del estudio, en América latina el 78% promedio del tráfico de banda ancha se paga como tráfico internacional por problemas de infraestructura de redes de la región. Es decir, solo el 22% queda dentro de nuestro propio país. "Esto, indudablemente –explica Presta– genera problemas económicos importantes y una dependencia económica, tecnológica e informativa. Esto habla claramente de una muy baja interconexión regional, una fuerte dependencia de América del Norte y cuando hablamos de tráfico internacional, hablamos de tráfico que va hacia Estados Unidos y vuelve, muchas veces para llegar a servidores vecinos. Es decir, importamos banda ancha para ir y volver. Muchas veces, para mandar un email a Chile o Uruguay estamos haciendo que ese correo viaje a EE.UU. y vuelva. Es un negocio importante para algunos y un encarecimiento innecesario de transporte para otros".
La investigadora Lucila Dughera agrega que al problema de la dependencia tecnológica se le suma el de la brecha digital. "Uno de cada seis habitantes –asegura– accede a Internet. Decimos, entonces, que la brecha digital significa que hay cinco personas que se están quedando afuera. Además, existe una diferencia socioeconómica entre aquellas comunidades que acceden a Internet y aquellas que no pueden hacerlo".
Pero esto no es todo. Además, de las desigualdades internas, de las peleas empresarias por aparecer en los metabuscadores y poder incluso cambiar la imagen de una persona y una compañía mediante la manipulación tecnológica, hay que saber que la red tiene dueño. Y como no podía ser de otra manera, se trata del gobierno de la principal potencia mundial, los Estados Unidos.

Nombres y números

Un estudio reciente demostró que 500 empresas gastan 750 millones de euros para engañar a Google (es decir, para violar la seguridad del metabuscador y que sus nombres aparezcan en los primeros cinco resultados que aparecen en la pantalla), que maneja el 80% del mercado en la web (250 millones de visitas mensuales).
Sobre la propiedad de Internet, no caben dudas, más aún después de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), que se realizó en Túnez, en 2005, de que el dueño indiscutido es el gobierno de Estados unidos, que retuvo el control y el dominio del sistema que ejerce sobre la red de redes a través de Icann, la Corporación para la Asignación de Nombres y Números, una empresa dependiente del Departamento de Comercio estadounidense y que desde 1998 se encarga de asignar los dominios de Internet a todo el mundo.
El sostén de todo lo que ocurre en la red lo realiza diariamente el gobierno norteamericano a través del control de 13 computadoras distribuidas en diferentes países que dirigen el tráfico de cada página web y email que circulan en el mundo. Este sistema se llama Domain Name System (DNS) y su cerebro es el master root server, una megacomputadora ubicada en EE.UU. y manejada por el Departamento de Comercio. Para tener un ejemplo del poder que tiene esta agencia, basta decir que si un día Estados Unidos decide "desenchufar" a un país entero de la red, lo puede efectuar sin que nadie pueda hacer nada para impedírselo.
Teniendo en cuenta este panorama, las conclusiones del documento del Grupo Informática y Sociedad recobran un significado aún mayor. Los autores sostienen que "hoy se vuelve un imperativo propiciar que la red conserve sus características de apertura, uso libre y democrático. Los movimientos sociales que promueven la cooperación y solidaridad deberían tener como bandera el mantenimiento de las características democráticas y la ampliación de las potencialidades contestatarias de la red de redes". Es decir, de ese esfuerzo dependerá que Internet siga siendo un territorio en disputa o simplemente se convierta en un Gran Hermano que idiotice a los usuarios y en la principal herramienta del capital global concentrado.

(fin)