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Los elementos que no tienen una expresión digital señalan académicos y archivistas, corren el peligro de desaparecer de la memoria cultual colectiva lo que podría dejar vacíos en nuestro espacio histórico.
“Se crea la idea de que todo el saber del mundo está en la Web, pero ni siquiera vislumbramos lo que hay en bibliotecas y archivos locales”, dice el historiador Edgard L. Ayers, decano de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Virginia. “El material que no está digitalizado corre el riesgo de que se lo margine –algo que no habría sucedido en el pasado-, de desaparecer para la gran mayoría de posibles usuarios.”
Sin duda en el transcurso de los últimos diez años se vienen haciendo ambiciosos esfuerzos de digitalización. Subir colecciones a la Web es una prioridad para muchas instituciones. Sin embargo, hay complicaciones como los fondos, la tecnología y la propiedad intelectual.
En el caso de la Biblioteca del Congreso, por ejemplo, y a pesar de los constantes internos de digitalización, solo el 10% de un total de 132 millones de objetos quedará digitalizado en un futuro próximo debido a que los costos resultan prohibitivos.
En el Archivo Nacional, que cuenta con unos nueve mil millones de documentos, es probable que sólo se digitalice y se suba a la Web una pequeña parte de los mismos. En lo que respecta a miles de colecciones locales de los EEUU., el grueso del material languidece en medios del pasado: papel, LP, cintas magnéticas y películas.
En un intento de conseguir los fondos necesarios, archivistas de todo el país piden ayuda al sector privado. Google donó tres millones de dólares para contribuir a un proyecto que encabeza la Biblioteca del Congreso para digitalizar y compartir materiales en todo el mundo.
A pesar de la colaboración externa, señalan especialistas, buena parte de la historia política y cultural corre el peligro de caer en el olvido en lo que respecta a una nueva generación de investigadores aficionados y académicos. Basta con considerar el archivo de la Biblioteca del Congreso de cinco millones de imágenes de la revista Look, que abarcan el período que va desde 1937 hasta 1971, que Jeremy E. Adamson, director de colecciones y servicios de la biblioteca, llama “un fascinante retrato de los Estados Unidos a través de un registro fotográfico de temas políticos y sociales, personalidades, comidas, modas y deportes.” Sólo 313 de esas imágenes fueron digitalizadas.
“Es una verdadera pena”, dice Adamson, “ya que el público actual tiene una gran percepción visual y se siente muy cómodo con las imágenes como forma de compresión del pasado y de experimentación directa del aspecto y el sentimiento de la historia”
¿Cuál es la razón por la que no se digitalizan las colecciones? “No hay suficiente dinero”, contesta Adamson. La decisión de renunciar a la digitalización de una colección importante nunca es fácil, señalan archivistas de la Biblioteca del Congreso. Los proyectos de digitalizar The Nacional Intelligencer, un diario que se publicó en Washington durante buena parte del siglo XIX con abundancia de tipos coloniales que el equipo de digitalización o reconoce con facilidad, tuvo que postergarse debido al elevado costo del proyecto.
“Si los investigadores concluyen que los únicos registros valiosos que necesitan son los que se encuentran online, se van a perder gran parte de la historia”, dice James J. Hastings, director de programas de acceso del Archivo Nacional. En algunos casos se van a perder la historia completa.”
La Biblioteca del Congreso y otros archivos crean índices que hacen a una colección física con la esperanza de tentar a los investigadores a apartarse de la computadora.
Cuando Google digitalizó 101 de las filmaciones del archivo –entre otras noticieros de la Segunda Guerra Mundial y registros de la NASA – y las subió a su sitio, video.google.com/nara.html. “Antes de eso, nuestra sala de investigaciones recibía doscientos pedidos por año”, declara Hastings. “El me siguiente a que las filmaciones estuvieron disponibles en Google, recibieron 200.000 visitas, mil veces más”
Si bien la propiedad intelectual no es un problema para la digitalización de elementos que tienen centenares de años de antigüedad, como en el caso del proyecto de I.B.M. de crear una versión virtual de la Ciudad Prohibida de Beijing, las restricciones del copyright desempeñan un papel importante cuando se trata de material moderno. Incluso si es el Centro Steinbeck de Salinas consiguiera los fondos para digitalizar, por ejemplo, el manuscrito de “La perla”, el copyright limitaría su distribución.
En lo que respecta a las grabaciones de audio, la le de propiedad intelectual puede sumar complicaciones. Según un estudio que publicaron en 2005 la Biblioteca del Congreso y el Consejo de Recursos Bibliográficos y de Información alrededor del 84% de los registros históricos de audio, que comprenden música clásica, country, gospel, blues y jazz de los Estados Unidos desde 1890 hasta 1964, pasaron a ser virtualmente inaccesibles debido al copyright.
David Eun, vicepresidente de sociedades de contenido de Google, declara que prefiere adoptar una posición más optimista. “Estamos hablando de un enorme universo de contenidos”, dice Eun. “Si el vaso nos parece siempre medio vacío, las cosas se hacen demasiado agobiantes.”
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César Dergarabedian