lunes, 2 de julio de 2007
¿El gran olvidado?
¿Para quién escribimos y hablamos?
¿Nunca te pusiste a pensar para quién escribís o hablás cuando trabajas en periodismo? Es una pregunta necesaria en estos tiempos tan mercantilizados, en los que se corrompe con facilidad a nuestra profesión .
Dejo de lado aquel argumento de Alejandro Dolina, “Todo lo que el hombre hace, lo hace para levantarse minas”, aunque a alguno le pueda entrar el sayo.
¿Escribimos para el lector, hablamos para el oyente, filmamos para el televidente? ¿O escribimos o hablando pensando en complacer a nuestro anunciante? ¿O al vocero amigo o a la agencia de prensa conocida? ¿O a un político, un empresario, un sindicalista, un dirigente religioso? ¿O, en cambio, nos importa apuntar contra un anunciante que nos dejó, o un vocero o agencia de prensa que le dio la primicia o la dádiva a otro, o contra un político, un empresario o un sindicalista o un dirigente religioso?
Con frecuencia, alta, creo, caemos en el periodismo para periodistas (no confundir con el periodismo sobre medios y/o periodistas). Escribimos y hablamos para los periodistas que nos leen, escuchan o ven. O para el jurado que evaluará la nota que postulamos a su concurso. O para satisfacer al editor o propietario de nuestro medio, sin importar si realmente interesa el fruto de nuestro trabajo a la audiencia.
Creo que el desafío pasa por poner nuestra profesión al servicio de nuestro receptor (definilo como quieras: lector, oyente, televidente, internauta), ese gran olvidado de estos tiempos por los medios y los periodistas. Reconozco que esto entra en tensión con todos los actores y factores mencionados, que pueden influir en forma decisiva en nuestro medio de ganarnos el sustento. Pero a lo largo de casi 21 años de trabajo ininterrumpido en medios una de las cosas que aprendí es que sin el receptor nada somos.
Internet nos da la posibilidad de ¿independizarnos? (los signos de interrogación están a propósito, porque tomo en cuenta algunos casos de blogs que han modificado sus líneas editoriales luego de recibir anuncios publicitarios) de esos factores. Incluso la red nos permite ir un poco más allá, abriendo nuestra profesión (tan proclive a mirarse el ombligo y a caer en diferentes formas de autismo) a distintas formas de participación del receptor en nuestro propio espacio. ¿Vos que opinás?
¿Nunca te pusiste a pensar para quién escribís o hablás cuando trabajas en periodismo? Es una pregunta necesaria en estos tiempos tan mercantilizados, en los que se corrompe con facilidad a nuestra profesión .
Dejo de lado aquel argumento de Alejandro Dolina, “Todo lo que el hombre hace, lo hace para levantarse minas”, aunque a alguno le pueda entrar el sayo.
¿Escribimos para el lector, hablamos para el oyente, filmamos para el televidente? ¿O escribimos o hablando pensando en complacer a nuestro anunciante? ¿O al vocero amigo o a la agencia de prensa conocida? ¿O a un político, un empresario, un sindicalista, un dirigente religioso? ¿O, en cambio, nos importa apuntar contra un anunciante que nos dejó, o un vocero o agencia de prensa que le dio la primicia o la dádiva a otro, o contra un político, un empresario o un sindicalista o un dirigente religioso?
Con frecuencia, alta, creo, caemos en el periodismo para periodistas (no confundir con el periodismo sobre medios y/o periodistas). Escribimos y hablamos para los periodistas que nos leen, escuchan o ven. O para el jurado que evaluará la nota que postulamos a su concurso. O para satisfacer al editor o propietario de nuestro medio, sin importar si realmente interesa el fruto de nuestro trabajo a la audiencia.
Creo que el desafío pasa por poner nuestra profesión al servicio de nuestro receptor (definilo como quieras: lector, oyente, televidente, internauta), ese gran olvidado de estos tiempos por los medios y los periodistas. Reconozco que esto entra en tensión con todos los actores y factores mencionados, que pueden influir en forma decisiva en nuestro medio de ganarnos el sustento. Pero a lo largo de casi 21 años de trabajo ininterrumpido en medios una de las cosas que aprendí es que sin el receptor nada somos.
Internet nos da la posibilidad de ¿independizarnos? (los signos de interrogación están a propósito, porque tomo en cuenta algunos casos de blogs que han modificado sus líneas editoriales luego de recibir anuncios publicitarios) de esos factores. Incluso la red nos permite ir un poco más allá, abriendo nuestra profesión (tan proclive a mirarse el ombligo y a caer en diferentes formas de autismo) a distintas formas de participación del receptor en nuestro propio espacio. ¿Vos que opinás?
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