El 14 de abril se cumplirán 30 años de la muerte de Dante Panzeri (en la foto), un periodista cuya lección de vida y profesionalismo debe servir de ejemplo para las generaciones jóvenes de periodistas. Aquí, el recuerdo del periodista Ariel Scher, publicado en la edición del 10 de abril de 2008 del diario porteño Clarín.
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Alguna gente mira cómo el mundo cambia y otra gente trata de cambiar el mundo. Dante Panzeri hacía eso: trabajaba de cambiar al mundo. Habrá quien crea que no, que lo que Panzeri hacía era periodismo deportivo. Y lo hacía, es cierto, con una solidez y con un brillo que sólo se logran a través de la responsabilidad y la autoexigencia. Pero Panzeri tomaba al periodismo deportivo como un instrumento a través del que jaqueaba a los dirigentes corruptos, reivindicaba al juego como un acto que unía a la belleza con la lealtad, denunciaba a las mafias de la pelota, destrozaba frívolos y oportunistas, y demostraba que, aunque la realidad ofrezca muchas señales al revés, vale la pena vivir siendo honesto. Ese fue su modo de intentar cambiar al mundo. Acaso no al mundo entero, pero sí a cachitos del mundo. Y no paró hasta que quién sabe por qué bronca o por qué angustia se murió en Buenos Aires el 14 de abril de 1978, hace 30 años.
El cachito del mundo con el que Panzeri -que escribió en El Gráfico, Así,
Panzeri fue certero, fue severo y fue audaz. No es necesario coincidir con todos sus puntos de vista para recordarlo como un hombre valioso y emocionante. Decía que la protesta representaba su recurso para defender al deporte de quienes lo destruían. Y decía, además, que lo hacía agradecido porque el deporte le había enseñado unas cuantas cosas. Lo que es la dignidad, por ejemplo. Se ve que aprendió bien Panzeri. Su pelea, su vida y su memoria son una tierna lección de dignidad.
(fin)
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